miércoles, 17 de octubre de 2007

¿Soy tonto por ser egoísta o Soy egoísta por ser tonto?

"...y, si no puedo resolver la partición... ¿qué tiene de malo sacarle provecho?"


Nuevamente, mi cuate el "Chafofas" mostraba su profundo conocimiento de la RHP ("Reacción Humana Promedio") y viéndose en la necesidad de repartir las carnitas pa'l desayuno, pues tomó aproximadamente la mitad para él (total, fue y pagó por ellas), como una tercera parte para el cuate que puso pa' los chescos y una sexta parte para el que no puso nada (pero que siempre decía que para la próxima él invitaba). Sin embargo, nadie quedaba conforme, y se quejaba amargamente del egoísmo humano.


Le comenté que "matemáticamente" podía hacerse una división "exacta", pero no justa, o una partición justa, pero no "perfecta". Claro, como siempre que hablamos de cosas tan banales y sin alburear, se me quedó viendo con ojos de plato, y me invitó un taco, diciendo, "a qué mi mai, ya le hace falta algo en la panza, para no desvariar".


Y le conté (po's para amenizar el taco) una célebre leyenda árabe (que tiene diversas versiones) acerca de las matemáticas, la generosidad y el amor.


Érase una vez, que un viejo jeque sintió que su tiempo llegaba a su fin. Por tanto, mandó llamar a sus 3 hijos y les comenzó a repartir sus bienes. Como a los tres los quería por igual, les otorgó su herencia por partes iguales, exceptuando su envidiable hato personal de camellos, que por tradición debía repartirse según una proporción de medias y tercios. Y a pesar del anterior reparto, surgieron las envidias y egoísmo de los jóvenes herederos:

El problema era que, aparte del muy querido Al-Schira, un camello grande, hermoso y brillante (de ahí su nombre), el favorito del padre y que había apartado para viajar sus últimos días, quedaban 35 bellísimos ejemplares, cada uno digno de ser montura de califas. Sin embargo, por tradición, debían repartirse entre los tres de la siguiente manera:


La mitad (1/2) al hermano mayor.
La tercera parte al siguiente (1/3).
La tercera parte elevada al doble (1/9) para el menor.

Esto es, tendrían que sacrificarse TRES camellos, para dar 17 camellos y "la mitad" de uno al hermano mayor; 11 y "2/3" al hermano siguiente y 3 con "8/9" al menor... y aún así se desperdiciaría uno de los bellos animales (o por lo menos, parte de su carne).


Veamos por qué: 17 camellos para el primer hermano, 11 para el segundo y 3 para el tercero darían 31 camellos. De los 4 restantes se tendrían que sacrificar 3 para "repartirlos" a fin de dar 1/2 + 2/3 + 8/9 = 111/54, aproximadamente igual a 2.06. O sea 2 camellos y un cachito.


Las discusiones subían de tono. El menor reclamaba que, ya que le tocaba casi otro camello "entero" (8/9), se le otorgaran 4 en vez de "3 y 8/9". Los demás alegaban que no, porque se rompía la tradición (se me hace que era pretexto: par de egoístas). Y así continuaron hasta que su padre, con tristeza, se les acercó y les dijo: "no me place ver que mis amados hijos se pelean por algo tan poco importante como ésto". Entonces, el hijo menor se puso serio y declaró que renunciaba a su parte extra, reclamando solamente TRES camellos. Los demás, felices al principio, casi llegan a las manos al NO ponerse de acuerdo sobre cómo repartirse los "8/9" que dejaba el hermano menor.


Observando la escena, el padre movió la cabeza, acercó a su hijo menor y le dijo: "en ocasiones, hay que tomar medidas extremas para resolver problemas exagerados". Y palmeando fuertemente, llamó la atención de los muchachos y les comentó:

"En vista que no se logra llegar a un acuerdo, y que me duele ver que mi sangre discute sin utilizar ni su cabeza ni su corazón, he decidido darles un ejemplo y entregar a mi querido compañero Al-Schira para que se lo repartan también".


El hijo menor respingó. Abrazó a su padre y le dijo: "¡No, padre mío! Entrego mis jamales en lugar del tuyo. Ya con lo que nos has repartido me es suficiente y no me hace falta más". El mayor, avergonzado, declaró: "¡Perdón, padre amado! Permíteme ofrecer la parte extra que me corresponde para que mi otro hermano no reciba 11 sino 12 animales, y nuestro hermano pequeño reciba 4 hermosas bestias. ¿Acaso no soy bueno?"

El padre le contestó: "Han hablado con el corazón, pero no con la cabeza. Y con la cabeza, pero no con el corazón, sino también con vanidad. Pero yo voy a arreglar el problema, y entonces mantengo mi decisión".


Y así, agregó su animal favorito al hato, y acto seguido habló de este modo:


"Tú, Hamed, el mayor de mis descendientes, recibirás estos 18 camellos, que es la mitad de los 36 que ahora tengo aquí. Puedes proceder a llevártelos".

Acto seguido, se dirigió al siguiente hijo: "Tú, Omar, tendrás 12 camellos, la tercera parte de los 36 que se juntaron. Y espero que no tengas ya ninguna objeción al respecto".


Finalmente, acariciando el semblante de su último hijo, sentenció: "En cuanto a tí, Selim, no es necesario que te sacrifiques por tus hermanos. Hé aquí, noble hijo mío, tus 4 camellos, los más espléndidos de mi hato personal. Tómalos sin pesar alguno, puesto que son 1/9 exacto de nuestros 36 camellos".


Admirados y sorprendidos, los hijos miraban a su padre, mientras éste montaba sonriendo en su camello favorito mientras tomaba otro más, listo para partir.


"Pero, Padre... ¿cómo...?", exclamaba Selim. Efectivamente, habían obtenido más de lo que originalmente esperaba cada uno, ya que

36*(1/2) = 18

36*(1/3) = 12

36*(1/9) = 4


Y cuya suma arrojaba un resultado de 18 + 12 + 4 = 34. De manera que sobraba un ejemplar más, aparte del favorito de su Padre, es decir DOS jamales!


Antes de marcharse, el padre les dirigió estas palabras: "Espero que recuerden esta última lección, hijos míos. Porque a veces, para resolver algo, tienes que hacerlo con Amor. Y si lo haces bien, eso que entregues volverá a tí, y multiplicado además". Y diciendo así, se dirigió con sus DOS camellos al frente de la caravana, para volver a la tierra que lo había visto nacer, y descansar por siempre en ella.

¡Iallah!

Y el Cuento se terminó...


Después de hacer cuentas varias veces, el Chafofas se quedó pensativo. Acto seguido, se levantó y repartió equitativamente las carnitas restantes, procediendo además a partir un par de aguacates que llevaba en su lonchera. Posteriormente, me dijo: "oiga, mi buen: como que la comida sabe más sabrosa así, sin contarle los tacos a cada quién, no?? Caraxo! Y el unicornito, ya casi con lagrimillas en los ojos (es que la arena del desierto es canija, pensé yo), sintió como que el día había sido venturoso...

...hasta que mi cuate me espetó: "...pero eso sí, LA CHELA LA TRAJE YO!! Y después de repartir "sólo" un chorrito en cada vaso, se refinó casi 1/2 de caguama él solo!!! (y aquí no hubo caguamas, digo, camellos que valieran!!).

Bueno, por algo se empieza...

Con un gran eructo... ¡NO! ¡Perdón!, quise decir, con un gran Saludo (es que esas carnitas estaban...!), se despide

el didáctico Unicornio.

P.D. Total: a mí ni me gustan las chelas bien elodias...

3 comentarios:

Él dijo...

bueno el cpmentario en el blog de miguel.



saludos, estaré pasando con su permiso

Anónimo dijo...

Jose Ingenieros, El hombre mediocre

"ser tonto, egoista y tener buena salud; he ahi las tres condiciones para ser feliz.Pero si os falta la primera todo esta perdido"

Anónimo dijo...

Hi,

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