lunes, 12 de enero de 2009

La Navidad que pudo Cambiar la Guerra: Alejandría, 1941.

“Madre querida:
Cuando leas estas líneas, yo estaré muerto. Me ofrecí como voluntario para una peligrosa misión que fracasó...”.
Este era el inicio de la primera de tres cartas escritas por el capitán de corbeta de la armada italiana, Luigi Durand de la Penne, dos semanas antes del día de Navidad de 1941. La segunda anunciaba el éxito de la misión, y la tercera comunicaba que había caído prisionero de guerra. Al terminar la misión, alguna de esas cartas se remitiría a su destino.
De la Penne, junto con otros cinco compañeros, estaba a punto de lanzarse a una de las empresas más aventuradas en los anales bélicos: iba a dirigir un desigual desafío al poderío naval británico concentrado en Alejandría, enfrentando hombres de 70 kilos a acorazados de 32000 toneladas y estaba destinado a conquistar una victoria memorable y la admiración de sus adversarios. Winston Churchill diría de su hazaña: "Un ejemplo impresionante y de valor e ingenio sin igual".

La misión encomendada a De la Penne consistía en echar a pique los navíos principales de la fuerza marítima inglesa del Mediterráneo en un momento histórico crítico. Los ingleses acababan de perder un acorazado y un portaaviones a manos de los submarinos enemigos. Los dos acorazados que les quedaban en el Mediterráneo se habían puesto al abrigo de la rada de Alejandría. De la Penne y los voluntarios que le acompañaban debían introducirse a la rada viajando montados a horcajadas en submarinos-miniatura, llamados "marranos", y atacar allí a los navíos de guerra.














A la izquierda, el Capitán y Marqués Luigi Durand De la Penne. A la derecha, uno de los minisubmarinos personales ("marranos") usados en la "Misión Alejandría".

Cada "marrano" tenía 6,5 metros de largo y 50 centímetros de diámetro. Los impulsaban motores eléctricos silenciosos que les daban una velocidad de dos a tres millas por hora y un radio de acción de 10 millas, y llevaban una carga desmontable de 300 kilos de explosivos. Una vez en la rada, los tres equipos de dos hombres debían fijar las cargas de explosivos a los cascos de los buques y tratar de escapar.
Las probabilidades que tenían de volver con vida eran escasas. De la Penne y sus hombres tuvieron que hacer testamento y preparar los equipajes con sus cosas para que los enviasen a sus familias si no regresaban. Ninguno de los componentes del grupo debía ser casado, pero a De la Penne no le seducía la idea de "dejar este mundo sin un sucesor", así que, en secreto, contrajo matrimonio con Valeria Butti, bella hija de una distinguida familia genovesa. Luego, se reincorporó para su misión.

El 18 de diciembre los tres equipos estaban ya a bordo del submarino "Sciré", que descansaba en el lecho del mar frente a la rada de Alejandría. Los últimos informes del servicio secreto confirmaban que en el puerto se hallaban los acorazados "Valiant" y "Queen Elizabeth". De la Penne y el contramaestre Emilio Bianchi, que formaba pareja con él, se encargarían del "Valiant", mientras que el capitán de corbeta Antonio Marceglia con Spartaco Schergat, se ocuparían del "Queen Elizabeth".


Contramaestre Emilio Bianchi y su objetivo, el "HMS Valiant".



















Izquierda, Antonio Marceglia con Spartaco Schergat a la derecha. Abajo, el "HMS Queen Elizabeth".










El capitán de corbeta Vincenzo Martellota y Mario Marino, atacarían un petrolero naval de 16,000 toneladas y después desparramarían bombas incendiarias flotantes con la esperanza de que el petróleo del buque tanque prendiera fuego a toda la rada. Una vez terminada su tarea, las tres parejas ganarían a nado tierra firme y robarían un barco pesquero para ir a encontrarse el día 24 de diciembre con un sumergible italiano.













A la izquierda, Vincenzo Martellota y Mario Marino, a la derecha, integrantes del intrépido comando italiano de la Rada de Alejandría, antecesores de los comandos marinos SEAL.

(Como pueden apreciar, la realidad supera la fantasía, sólo que sin "chicas Bond", puros "muchachos Bond", jejeje).

Cerca de las 2100 horas, las tres parejas navegaron lentamente hacia el faro de Ras El Tin, a 1.5 km de distancia. Había que sincronizar las espoletas de acción retardada, que debían hacer explosión a las 0555 de la madrugada contra el buque petrolero, a las 0605 contra el "Valiant"; y a las 0615 contra el "Queen Elizabeth". Los atacantes todavía tenían tiempo para comer..., quizá su última comida. De unos receptáculos impermeables sacaron pollo frío, pan y pequeñas botellas de champaña. (El estilo ante todo, al fin caballeros).

En el momento de aproximarse a la red de acero que protegía la boca de la rada, De la Penne meditaba sobre lo que convenía hacer. Entonces, el faro y el puerto se iluminaron repentinamente. ¡Llegaban unos barcos! Y apenas se abrió la red para darles paso, entre las sombras aparecieron tres destructores y los tres "marranos" los siguieron dando bandazos en su estela.

El mejor lugar para colocar los explosivos era debajo de la torre número 1. Para comprobar la posición, De la Penne subió a la superficie, desenrollando una bobina de alambre que le guiaría de nuevo al "marrano" en su descenso. Cuando volvió a las tinieblas del fondo del mar, el motor de la pequeña embarcación no arrancaba. Al sospechar que el alambre pudiera haberse enredado en la hélice, se volvió hacia donde estaba Bianchi para hacerle señas de que lo desenredara. Pero Bianchi había desaparecido. De la Penne tuvo que trabajar... solo.

La carga explosiva estaba todavía a 30 metros de la posición debida. Trabajando con las ateridas manos desnudas, De la Penne empezó a arrastrar centímetro a centímetro aquella carga de 300 kilos sobre el fondo lodoso. Al cabo de casi una hora de esfuerzos, la carga quedó por fin en la posición debida, pero De la Penne estaba demasiado exhausto para fijarla al casco. Sin embargo, como el explosivo reposaba en el fondo a sólo 1.5 m del buque, tenía la seguridad de que cumpliría su misión. Eran las 0300 de la madrugada. Faltaban otras tres horas para la explosión.
A punto del desmayo, subió a flote, pero no sin causar un leve chapoteo. Este fue visto por el vigía de cubierta del "Valiant", que le iluminó con un reflector. Hubo disparos y, viendo cerca una boya, De la Penne nadó hasta ella en busca de protección. ¡Detrás estaba Bianchi! El equipo de respiración le había fallado y casi había perdido el conocimiento; subió a flote, volvió en sí en la superficie y nadó hasta la boya.


Pronto llegó un bote que hizo prisioneros a los dos italianos y los llevó a bordo del "Valiant". A las 0330 de la madrugada los interrogó en el castillo de popa el segundo de a bordo. Aparte de declarar sus grados y números correspondientes, ambos prisioneros se negaron a divulgar información alguna. Los separaron, y De la Penne fue encerrado en un compartimiento de la bodega del "Valiant", ¡casi directamente sobre los explosivos! Reanimado con un vaso de ron y cigarrillos que le dio un marino compasivo, De la Penne fue contando los minutos: las 5:30, las 5:40... ¿Pensaría en su familia, en sus camaradas, en su fin? Sabía que al explotar la carga el podría morir. Difícil situación para cualquier hombre...

De pronto, se oyó un rumor sordo en la lejanía. ¡Martellota y su compañero habían volado el buque petrolero! La explosión le había arrancado toda la popa, y además había averiado un destructor fondeado a su costado, pero las bombas incendiarias no produjeron el resultado previsto. Eran ya las 5:54... , faltaban sólo 11 minutos.

En estos momentos, muchas cosas debían estar pasando por la mente de nuestro personaje. ¿Qué hubieran pensado o hecho ustedes, camaradas de la Red? Supongo que podríamos haber simulado saber algo importante, y pedir que nos trasladaran a tierra firme. O por lo menos, pedir un café "antes de confesar", pero en cualquiera de los casos, lejos de donde él sabía "volaría" el buque y sus tripulantes. ¿O no?

Supongo que es así como nacen las Leyendas:

Faltando unos minutos para la explosión, De la Penne comenzó a golpear con insistencia a la puerta de su celda, pidiendo que le llevaran inmediatamente ante el comandante del acorazado, el capitán de navío Charles Morgan. Había tomado una decisión que lo honraría en los anales de la Guerra del Mediterráneo...

-Su buque va a volar en 10 minutos -previno al capitán británico-. NO QUIERO MATAR gente innecesariamente, así que le recomiendo que reúna a toda su tripulación sobre cubierta sin perder tiempo.
-¿Dónde ha colocado el explosivo? -preguntó Morgan-. Si se niega a decírmelo, tendré que enviarle otra vez a la bodega.
PERO De la Penne SE NEGÓ A REVELARLO. Si Morgan hubiera llegado a saber que la carga estaba suelta en el fondo del mar, sacaría al "Valiant" instantáneamente de allí y lo alejaría del peligro.


De modo que, mientras le llevaban otra vez a su celda y el sistema de altavoces del acorazado ordenaba que todos los tripulantes subieran rápidamente a cubierta, De la Penne mantenía los ojos fijos en su reloj. Era muy probable que los minutos que iban pasando fueran también los últimos de su vida. ¿Habría dispuesto bien la espoleta retardada? Lo peor es que en la oscuridad era imposible ajustarla al segundo exacto.

La explosión se produjo a las 6:06. El "Valiant" se estremeció y se llenó de humo. De la Penne salió despedido a través de la celda y perdió momentáneamente el sentido. Cuando lo recobró, vio que la explosión había arrancado la puerta. Subió a cubierta sin llamar la atención y observó fijamente al "Queen Elizabeth", que se hallaba próximo. A las 6:15 hubo una atronadora explosión. Marceglia había colocado la carga justamente debajo de la sala de máquinas del "Queen Elizabeth", de cuyas chimeneas brotó un surtidor de aceite que cayó sobre el puente y sobre el "Valiant". Como el mar tenía allí poco calado, los tres navíos tocaron fondo, pero se mantuvieron derechos.

En aquel momento, damas y caballeros, la armada italiana era la DUEÑA ABSOLUTA del Mediterráneo y, con la protección de sus cruceros, no tenía ningún problema para abastecer a las tropas alemanas e italianas del norte de África. ¡La Victoria parecía inclinarse, al fin, a favor de Italia y su aliada, Alemania, gracias al heroísmo de estos hombres!

Sin embargo, los cruceros nunca se aventuraron a salir..., por una increíble, inaudita y torpe razón. Las fotografías de reconocimiento aéreo tomadas al día siguiente fueron interpretadas acertadamente por los especialistas del servicio secreto italiano: el "Valiant" escoraba a babor; el "Queen Elizabeth" estaba hundido de proa; claramente se veía que estaban seriamente averiados.

¡Pero Mussolini sabía más que nadie! Afirmó que los buques no habían sufrido daño alguno. Aunque se trató de convencerlo de lo que esto implicaba, sus decisiones eran indiscutibles. Así, la flota italiana permaneció en puerto y desperdició una de las mayores ventajas que jamás habría tenido. Nunca más podría recuperarse de este fiasco. ¿La guerra hubiese tomado otro curso? Eso jamás lo sabremos.

Los ingleses hicieron cuanto les fue posible por dar visos de verdad al increíble desatino de Mussolini. Mientras bajo la superficie del mar se hacía una frenética labor de reparación de las vías de agua de 12 metros abiertas en los cascos de ambos navíos, encima de ella reinaba la calma. Los dos buques se las arreglaron para mantener el fuego en sus calderas, mientras que en cubierta se celebraban conciertos y recepciones. Todavía habría de transcurrir más de un año antes de que ninguno de los dos estuviera en disposición de volver a entrar en acción.

Los seis comandos italianos cayeron prisioneros. De la Penne fue enviado al Cairo y de allí a Palestina, desde donde logró escapar a Siria. Capturado nuevamente, se le puso a bordo de un buque que se dirigía a la India. Indomable, volvió a fugarse en la India, y una vez más se le capturó.

Hay hombres que nacieron para la Acción: poco después de hacer Italia la paz con los aliados en 1943, De la Penne fue repatriado y de inmediato se dio cuenta que había que frustrar los planes de los alemanes en retirada para obstruir el puerto de La Spezia. En compañía de otros voluntarios, y repitiendo la hazaña de Alejandría, se introdujo sigilosamente en la rada y echó a pique, antes de que pudieran sacarlos hasta la boca del puerto, los buques con que los alemanes pensaban obstruirlo.

Al fin, terminada la II Guerra Mundial, un día de 1945 se celebró una ceremonia extraordinaria. El príncipe heredero Humberto de Italia se disponía a otorgar la "Medaglia d'Oro", la más elevada condecoración de su país, a De la Penne y sus compañeros. Entre los invitados a la ceremonia se encontraba, como ironía del destino, el en ese entonces Vicealmirante Sir Charles Morgan, jefe de las fuerzas navales británicas del Mediterráneo: sí, aquél antiguo comandante del "Valiant". Gracias al aviso dado por De la Penne no se había perdido NI UNA SOLA VIDA entre la tripulación de los 1,700 hombres del "Valiant".

En el momento más emotivo de la ceremonia, el príncipe Humberto, después de una breve pausa, sonrió, y caballerosamente se volvió a Sir Charles Morgan e, invitándolo a sustituirlo en su puesto, le dijo:

-Almirante, creo que le corresponde a usted condecorar a este caballero.


De izquierda a derecha: Luigi Durand De la Penne, la presea "Medaglia d'Oro" y el Destructor (Cazatorpedero) Serie "Durand De la Penne".
El "Ammiraglio di Squadra" (Vice-Almirante) Luigi Durand De la Penne (1914-1992) se despidió de este Mundo en Genoa, Italia, donde también nació, un día cercano al de hoy, el 17 de Enero de 1992. En su honor, y el de toda la Armada Italiana, que dió Hombres de esta Naturaleza, se denominó a su moderna Clase de Destructores Navales como la "Serie Durand De La Penne", cuyos representantes actuales son la nave insignia "Luigi Durand De la Penne" (D560) y la "Francesco Mimbelli" (D561).

Y ahora, ¿qué les puedo decir? Sólo que tal vez, tal vez, en los peores momentos de nuestra(s) Historia(s), existen personas que sacan lo mejor de nuestra especie... y a pesar de nuestro pesimismo, nos enorgullecen.

¿Nos leemos la próxima? Será un honor para mí.

Con un cariñoso saludo mediterráneo, se despide de ustedes,

El Marítimo Unicornio...

14 comentarios:

marichuy dijo...

Mi estimado "marinero Unicornio"

Creo que usted tiene toda la razón: así es como nacen las leyendas. Su interesante relato me recordó otro, quizá mitad cierto y mitad leyenda y que de seguro usted conoce mejor que yo. Me refiero a lo ocurrido hacia el final de la ocupación nazi en Francia, cuando el General Dietrich Von Choltitz gobernador alemán de París, había recibido la orden del desesperado -ante la inminente entrada las tropas aliadas- Hitler de no dejar piedra sobre piedra en la capital francesa (para lo que dispuso varias cargas de bombas volantes en todos los puentes de la ciudad, así como los sitios más emblemáticos de ésta); cuenta la leyenda que aquella mañana del 25 de agosto de 1944, el Fürer llamó a Von Choltitz para hacerle la famosa pregunta de:

"¿Arde París"?

Pero Von Choltitz no estaba en su cuartel general -el Hôtel Meurice-, por lo que la llamada fue atendida por el secretario del cuartel general, quien tímidamente respondió:

"El mariscal Von Choltitz está con el general Philippe Leclerc" (jefe de la Segunda División Armada de Francia y con quien los alemanes firmaron su rendición).

"Entonces… ¿no arde París?", se insistió desde Rastenburg.

"¿Cómo dice?", preguntó el secretario de von Choltitz.

"¿París está ardiendo, sí o no?", se escuchó con impaciencia.

"No, no está ardiendo. Escuche": y el hombre volteó el auricular del teléfono hacia la ventana abierta y hasta Rastenburg Alemania llegaron las notas de La Marsellesa y el gozoso repique de todas las campanas de todas las iglesias de París.

Von Choltitz pasó a la historia porque al desobedecer a Hitler, salvó a París de la destrucción.
.......................
Qué tanto de cierto y qué tanto de leyenda hay, no lo sé; lo que si sé, es que ambas historias, la suya de los fascistas italianos y esta de los nazis alemanes, me gustan tal cual cuenta la leyenda.

Abrazos cursis y una disculpa pro este enorme comentario.

Unicornio dijo...

Estimada Marichuy:

Ni se disculpe. Es enriquecedor escuchar más historias. En particular, la presea que se le otorgó a nuestro personaje fue por sus hazañas en la guerra, pero el episodio en el que su antiguo adversario es invitado a condecorarlo, es verídico. Como relaté, lo extraordinario en ambos casos (fascistas y nazis) es que en algún momento, una persona supo hacer lo correcto... quizás aún en contra de sus órdenes.

Es un placer tenerla por acá.

Con un afectuoso saludo, se despide,

el legendaro Unicornio...

CRISTINA dijo...

Excelente historia y excelente mensaje.
Y del comentario de Marichuy, afortunadamente París no ardió.

Saludos.

Unicornio dijo...

Hola Cristina!

En efecto, como mencionan, París no ardió... para ventura de las futuras generaciones.

Cada Generación tiene sus propias orgullosas "transgresiones".

Un gran saludo de parte del

desobediente Unicornio...

Dejame que te cuente dijo...

vidas que cambiaron el rumbo de la historia....o que decidieron el futuro de decenas de personas.....
excelente historia que desconocia ...gracias por compartirla

La Guera Rodríguez dijo...

Estimado Unicornio:
Muy interesante la historia que nos comparte.
Me agradó mucho la frase con la que termina su post:
En los peores momentos de la historia, existen personas que sacan lo mejor de la especie...

Por cierto...pense que ya no pasaba a visitar mi blog porque en algun momento le dije "rollero"...pero no se si captó que buen el absoluto buen sentido de la palabra...ya que sus rollos me encantan =)

Pero bueno, para comentar en la nueva plantilla que tengo, solo de click al numerito que aparece en la parte superior derecha de cada entrada y se despliegan los comentarios y la opcion para agregar el suyo.

Saludo afectuoso!

Diana

Sibyla dijo...

Querido amigo Unicornio:

Lamento decirte que mi opinión es que las guerras no merecen la pérdida ni de una sola vida humana.

Sí, ya sé, que se crearon mitos y leyendas de hombres mártires por idealistas políticos, pero el derramamiento de sangre no merece ni una victoria.

Gracias por toda esta información que nos muestras.

Te dejo un abrazo enorme, y para nada eres el olvidado Unicornio, hasta la próxima que vuelva a leerte!

Besos:)

Unicornio dijo...

Hola Fire!!
Sí, esta historia es de las que tiene cierto "final feliz". Hubo muchas otras que no. Ojalá y no hubiera necesidad de más confrontaciones, pero parece que nuestra especie tiene la guerra en los genes. Lamentable.

Con afecto, un saludo del
narrativo Unicornio...

Unicornio dijo...

Querida Diana:

De ninguna manera estaría molesto por ser "rollero", jejeje. Ni de cualquier apelativo. Simplemente el Unicornio preguntaría por qué y seguiría (si no incomoda a su interlocutor) habiendo sido satisfecha su curiosidad.

Le devuelvo el saludo, con cariño de parte del

preguntón Unicornio...

Unicornio dijo...

Querida Sib:

No, no tienes por qué decir "Lamento decirte que mi opinión es que las guerras no merecen la pérdida ni de una sola vida humana". Justamente comparto historias como esta porque, en algunos momentos luminosos de la historia, algunos de entre vosotros eligieron SALVAR vidas, A PESAR de estar entre los horrores de una confrontación bélica, que eliminarlas... muchas veces, en contra de "sus órdenes".

Hubo otras historias más tristes. Tan sólo recordemos las viles ejecuciones de civiles inocentes de los nazis llevada a cabo en Italia, en las tristemente célebres Fosas Ardeatinas, el 24 de marzo de 1944, ordenada por Hitler, en contra de sus antes aliados.

Afortunadamente, son eventos que no se olvidan, para que ojalá no vuelvan a repetirse.

Nuevamente, un afectuosísimo abrazo, del

Olvidadizo Caballo con Cuerno...

Jo dijo...

Yo no creia en leyendas, a veces sabia de historias ajenas.. o lejanas se citaban en telediarios o me las contaba mi abuelo, no vamos lejos pero hasta el mismisimo picasso y goya vivieron de cerca momentos atroces donde los mas.. sacaron lo peor y ellos hicieron lo contrario trascendiendo de un modo mas digno
a veces la historia proyecta la realidad aun cuando sea lejana o ajena de un sitio hay historias que me impactan más que una simple nota periodística o una fotografía

que ironía yo que negaba que los unicornios existían.

chOcolAte sEnXuAl dijo...

yo creo que la grandeza del hombre radica en las pequias cosas buenas que pueda hacer aun cuando se encuentre rodeado de pudedrumbre.

Mas aun asi creoq ue es como las leyendas llegan a existir y a ser recordadas.

Señior unicornio muchias graxias por tanto piropo ya hasta me la crei porque a mi nomas hay que darme tantitita cerda y listo jajajaja

chOcolAte sEnXuAl dijo...

mmmm era tantitita cuerdaaaa

jess dijo...

Heeeeeey!!!

No sólo los seres míticos se convierten en leyendas ah?

De la historia, caray.... me encanta, pero sé que es contada por los ganadores, así que uno decide hasta qué punto es corsel, y en qué punto el cuerno entra en acción.

Gracias a las estrellas que el Hubiera no existe....

Muy interesante tu blog, aquí también curioseando =D

Saludos incólume unicornio!